Cien besos más uno

El beso caliente de la guerra Fría, de Dmitri Vrúbel. | FOTO: Mila Ojea
Los besos no siempre son por amor pero algunos se vuelven eternos. Nos lo recuerda un muro que una vez dividió una ciudad y a sus gentes. Su historia debe ser recordada siempre para no repetir errores imperdonables. 

Ignacio Lehmann es un fotógrafo argentino que viajaba en busca de besos. Un buen día del año 2012, estando en Nueva York, tuvo una idea: capturar las imágenes de personas besándose en cualquier calle del mundo. A esa idea la llamó “100 World Kisses”, creó una página web en la que ir colgando su trabajo y se lanzó a la carretera. Cuando llegaba a un país no paraba hasta conseguir cien besos, y una vez logrados continuaba su recorrido hacia otras tierras. La figura del beso es comprendida en América, Europa, Asia, decía. Un lenguaje universal. Camino toda la ciudad, tomo el metro, los buses, me muevo por todos lados. De mañana, de tarde, de madrugada. En bares, museos, puentes, plazas, estaciones de tren. En todos lados.

East-Side-Hotel en la zona rusa de Berlín. | FOTO: Mila Ojea

Durante tres años recorrió doce países en busca de besos. Los hay de todo tipo. Oscuros, locos, rurales, trepidantes, sensuales. Sus modelos abarcan todo el abanico de edades y tipos de cuerpo posibles. No puso límites a géneros, orígenes o preferencias sexuales. En 2014 expuso su obra en Buenos Aires y en 2020 publicó un libro que resumía su esfuerzo. Finalmente sucedió este año, donde los viajes y los besos prácticamente dejaron de ser posibles. ¿Quizás el año con menor cantidad de besos en varios siglos de la humanidad? ¿Cuántos besos han visto en las calles de sus barrios? Hoy le encuentro otro valor a todo este trabajo realizado, contaba ese año en que el mundo se detuvo.

Detalle del rostro de Marylin Monroe. | FOTO: Mila Ojea

Entre las más de mil quinientas imágenes que captó guarda fotografías memorables, capaces de explicar la forma de vivir, de expresarse, de sentir que tiene el ser humano a lo largo y ancho de este globo terráqueo que habitamos. Son muchísimas horas de estar en la calle observando situaciones que tengan el poder de transmitir un momento especial, señalaba. Siempre tiene que haber un ratito para el amor. De lo contrario nada nos podría salvar de las miserias y sinsabores diarios. Ante la barbarie, siempre el corazón. Los besos nos ponen a todos en el mismo plano, sin importar nuestro origen, educación o la plata que tengamos en el bolsillo. A la hora de besar todos, en mayor o menor medida, nos parecemos. El beso es un buen representante para romper con las fronteras y todas aquellas circunstancias absurdas que generan discriminación y violencia.

Un trompetista toca apoyado en "Somos un pueblo" de Shamil Gimajew. | FOTO: Mila Ojea

De terror y penurias saben mucho en Alemania. Y de división. El Muro de Berlín, antigua fortificación fronteriza de la RDA, separó entre 1961 y 1989 la parte occidental de la ciudad de la oriental. En la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, el Ejército Nacional Popular comenzó a sellar las carreteras y las vías férreas a lo largo de 167 kilómetros. Más de doscientas personas perdieron la vida y tres mil fueron detenidas intentando cruzarlo, un delito de alta traición.

Cremallera. | FOTO: Mila Ojea

La mayor parte sigue en pie y hoy en día es conocido como East Side Gallery. En 1990 más de cien artistas de todo el mundo decoraron con murales este mal recuerdo de días aciagos. Berlín se ha transformado en una urbe cosmopolita y vibrante. Atrás quedó la Guerra Fría. Se celebra este año, el 9 de noviembre, el 35 aniversario de la caída histórica del Muro. Cuando familias, amigos y ciudadanos pudieron volver a abrazarse. Y besarse.

Desde la Potsdamer Platz hasta la East Side Gallery encontramos tramos de pared y allí donde estuvo se ha marcado con adoquines dobles su recorrido por las calles de la ciudad. Nunca será olvidado. Representa una vergüenza para la historia de la humanidad.

Paseo por los murales. | FOTO: Mila Ojea

En la primavera de 1991 Dmitri Vrúbel, un artista plástico ruso pintó el mural más famoso del Muro. Todo comenzó con una chica escocesa que le enseñó una fotografía de Régis Bossu, un fotorreportero de la agencia francesa Sygma que viajó a Berlín Oriental en 1979. En la imagen en blanco y negro aparecen dos hombres besándose en la boca, labio con labio sin ningún tipo de dudas. Uno es el líder de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev, y el otro el presidente de la RDA, Erich Honecker.

"US flag" de Peter Lorenz. | FOTO: Mila Ojea

La escena fue plasmada durante la conmemoración del 30 aniversario de la extinta República Democrática de Alemania. El líder soviético acudía como invitado de honor y, tras su discurso, el presidente Honecker, embriagado por la emoción (o el vodka, vayan ustedes a saber) le espetó a Brézhnev un entusiasta y pletórico pico. La historia se refiere a él como “el beso fraterno socialista”, un ritual con el que los líderes escenificaron su alianza y hermanamiento. También lo llaman “triple Brézhnev”: un abrazo y tres besos en las mejillas. Primero en la izquierda, después en la derecha y por último, y solo a veces, en los labios. Cosas de camaradas, nada que ver con el romanticismo.

Arte y color. | FOTO: Mila Ojea

El semanario Paris Match puso la instantánea en su portada con el titular “El beso caliente de la guerra Fría”. Deberías dibujarlo, dijo la escocesa a Vrúbel. Un amigo poeta estuvo de acuerdo y le sugirió que lo hiciera en el Muro. Convencido, pidió el permiso en 1990 y, contra todo pronóstico, lo consiguió. Otros artistas se burlaron de él diciéndole que todo estaría completamente derribado antes de un mes. Nadie podía imaginar que ese grafiti al lado del río Spree se convertiría en un símbolo. Dmitri lo plasmó en plena euforia y añadió estas irónicas palabras en ruso y en alemán: "Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal".

Escenas oníricas. | FOTO: Mila Ojea

Esa pared pintada de poco más de un kilómetro fue la única que se salvó del derribo y permaneció intacta. La intemperie y el vandalismo hicieron sus fechorías sobre la obra y tuvo que ser restaurada en 2009, para lo que volvieron a contar con su autor. Siento un poco de miedo, porque hace veinte años tenía libertad para dibujar sobre el Muro. Pero, ahora, debo reproducir con toda la exactitud algo que se ha transformado en icono, contó antes de enfrentarse al reto con éxito. Murió en agosto de 2022 a los 62 años por complicaciones cardiacas tras haber contraído covid. Dos años después del año con menos besos en el mundo.

Lágrimas de pintura. | FOTO: Mila Ojea

Todo el que pasa por Berlín va a ver este mural y se fotografía con ese colorido ósculo de fondo (yo también). Los nombres de sus protagonistas quizá se recuerden sólo por esta pintura. Sus países ya no existen. Uno duró cuatro décadas y el otro apenas ocho. La vida sigue, el mundo cambia. Su beso ha trascendido a la eternidad: es inmortal. Termino esta historia con ese magnífico chiste que circulaba por los mentideros de la época sobre Brézhnev cuando le preguntaban respecto a Honecker: como político es basura, pero… ¡hay que ver cómo besa!

"Parlo d´amor" de Ignasi Blanch, único artista español en el Muro. | FOTO: Mila Ojea

Volvamos un momento a Lehmann: aprendo, me equivoco, sueño, me emociono, me pierdo y me encuentro. Vuelo y aterrizo de golpe. Me descubro un poco más y me dejo llevar por este mar de besos que voy retratando por el mundo. Me da energía y entusiasmo para seguir. Para levantarme de la cama y comenzar un nuevo día. Una nueva ilusión. Quiero creer que tenemos oportunidad de tener un mundo mejor. Creo que lo podemos lograr. No sé qué fue de él, quizá sigue fotografiando besos por el mundo adelante…

Por último: ¡besen, besen y vuelvan a besar!